jueves, 13 de agosto de 2009

Menina e moça


Lisboa es una ciudad de contrastes, carente de complejo alguno. Se muestra tal como es sin vergüenza alguna, de forma casi obscena. En el centro puedes encontrar una joyería de lujo justo entre un comedor social y un edificio en ruinas. Así sin transición que valga de la pobreza a la riqueza. Es una ciudad bastante sucia todo hay que reconocerlo.... pero llena de encantos, desde el romanticismo de los tranvias y las callejuelas de la alfama, hasta las anchas avenidas y los edificios modernos que rodean el parque de Enrique VII.


Es una ciudad tridimensional, con todo lo que eso conlleva, cuestas colinas, más cuestas, callejuelas imposibles, calles que son puentes sobre otras calles más abajo... Parece diseñada por Escher. Entras en un edificio en la planta 1, y sales en la calle de atrás a nivel de esa calle, pero por la planta cuarta. Los elevadores tienen sentido en esas cuestas que se antojan eternas y que tanto abundan. Recuerdo la frustración cuando ibamos camino del Castelo de São Jorge, más por intuición que por otra cosa. Subiamos una colina y se veia en la que aprecía siguiente. Subíamos la siguiente y comprobabamos que era aún más allá... y otra vez a bajar y subir por las callejuelas de la Alfama...


Huele como el color azul, al tacto de los azulejos, a la luz de las calles. Sabe a fado, a tranvía, a veleros y a la ropa tendida en los balcones. Se siente amable, como el café y como el río. Suena a ceniza, a bullicio y sobre todo a cafetería. Y la vista.... la vista es impresionante, sea desde el "Castelo de São Jorge", desde los miradores que hay en cada colina, desde el elevador de santa justa o desde lo alto del monumento a los descubridores.

Turistas y artistas en la calle por do quier. Es facil encontrar gente tocando música africana, brasileña, fado, o clásica en las esquinas en el Chiado. ¡¡¡Muchos rechazaban las Limosnas!!!! Tocaban por simple placer.

No nos damos cuenta de lo universal de la lengua castellana, hasta que te topas con una turista Alemana que te pregunta por una linea de tranvia, primero en Ingles, y al percatarse de ser españoles decir: "¡¡Ay!! mejoR en español". A que los camareros se harten de escucharte en portuñol y se dirigan a tí en tu própia lengua sin tú decir nada.

Otra cosa que me llamó la atención y de la que bien podrian aprender ciertas empresas españolas, no quiero mirar a nadie (Si, si quiero: Renfe, Metro de Madrid/EMT principalmente, pero cualquier empresa de servicio público). Fué un pequeño cartel en el tranvía en el que ponia una serie de cosas a lo que se comprometía la empresa de transportes y por lo que podias reclamar, cosas como a establecer una buena frecuencia de trenes y autobuses, a devolver el dinero por cualquier contratiempo, a ampliar y mejorar constantemente las lineas ofrecidas y un montón más. Me transmitió una idea de "Servicio al público" más literal que la idea que tienen sus homologas españolas. Eso teniendo en cuenta que no estamos seguros de que el pagar el tranvia fuera obligatorio.... el maquinista no te decía nada si no pagabas y los billetes se sacaban una maquina colocada por el medio del autobus. Es curioso también... pero todos los portugueses pagaban, los turistas cívicos, eramos pocos (exceptuando un viaje que solo llevabamos billetes y no te los aceptan).

Dicen que "Quién va a Lisboa se enamora". El ocaso sobre el tajo, con el puente colgante recortado en el horizonte... creo que esa imagen no se me olvidará jamás.



1 comentario:

  1. Buenas!!

    A mí Lisboa no me llama la atención (debe de ser por tenerlo cerca), pero con la descripición que has hecho me ha picado la curiosidad.

    Besos!

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